La izquierda retrógrada

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Por Iván Sallen

Podemos decir que la llamada izquierda y los liberales tienen el mismo enemigo, el estado, pero diferentes aliados o intereses a representar, siempre según ellos claro está. El burgués unos, los trabajadores otros. Está bien dicho el burgués en singular, puesto que tiende a monopolizarse, está bien dicho los trabajadores, es decir, todos los que van quedando por fuera o como subalternos en el sistema, es decir, el enorme porcentaje de la población.


Ahora bien, esto debería hacernos pensar, el estado es el enemigo de ambos porque puede mediar entre las partes, pero también es su instrumento, para unos y otros, puede actuar a favor o en contra de los intereses de cada cual. La izquierda siempre vio al estado como el aliado del orden capitalista (con justa razón y más hoy en día cuando el poder financiero financia a los partidos políticos y sus campañas), aunque ellos lo utilizan en la misma medida para implementar políticas que beneficien a los trabajadores o a los sectores que consideran relegados en el orden social. Lo que no pueden ver estos sectores es que estas concesiones terminan por jugar en contra del verdadero ideario marxista. En este sentido la izquierda no es coherente porque toma sus bases de un planteo muy distinto al actual, es decir, de la explotación del siglo XIX, condiciones paupérrimas de existencia que ya no son tal. Hoy no podemos negar el avance material del occidente, repetido en otras partes del mundo, que cambiaron las condiciones de vida y tiraron por tierra las premisas más proféticas de Marx y Engels sobre la revolución proletaria, la clase social única, etc.


Poner a todos los autores en juego sería una forma inteligente de plantarse frente al capital. La izquierda propone atacar intereses y privilegios de clase, a veces simplemente destruyendo, sin ideas de fondo. Si destruye no nos dice nunca que va a poner en su lugar y de qué forma lo va a hacer mejor, los experimentos que intentaron hacerlo poniendo un estado omniabarcativo fracasaron estrepitosamente. Lo otro es solo sacar un pedazo de la torta mayor o menor, pero no cambiar las condiciones en que el sistema funciona.


En esto no se propone un orden alternativo al capitalista, el fin de la historia sigue siendo el fin de la historia. Es más la izquierda le termina haciendo el juego al capitalismo, desde lo cultural podemos ver la pérdida de identidad, la pérdida de sentido de pertenencia y de sentido de vida se hace cada vez más profuso. El resultado: un individualismo en pos de una emancipación del sujeto de las tradiciones culturales más que un colectivismo de alguna clase. Esta pérdida de identidad juega en favor de los intereses del capital, a fin de cuenta lo que logra es que las personas compren su identidad en el mercado, que terminen por aferrarse a las modas para tener algún sentido de pertenencia a algo más allá de su individualidad. Esto sumado a la manipulación, el control de masas, las pasiones exacerbadas que pueden ser utilizadas, no nos da una buena perspectiva para el futuro.


Políticamente la izquierda siempre se encuentra rezagada con respecto a otros, como la Iglesia Católica, deberían hacer un concilio urgentemente para debatir y entender que sus idearios han quedado atrasados respecto a la perspectiva general de la sociedad moderna.


En fin, el liberalismo y el marxismo terminan siendo dos hijos de una misma noche que se nos viene encima como sociedad occidental, cuyas raíces cristianas que la sostenían fueron atacadas para ser borradas. Ahora seguimos esperando al superhombre, o la utopía marxista, materialista, tecnología, la que sea, que no parece llegar. La noche llega a un sistema que tiene una fecha de vencimiento, sin ideas y sin planteos de algo diferente.

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