La historia de la primera víctima. Ricardo Laudani era empresario contrajo Covid-19 y murió a causa de una neumonía

ExtraSociedad

Ricardo Laudani armó su festejo de 50 mucho tiempo antes de que el mundo cambiara. Lo pensó bien. Un viaje por Europa y Egipto con sus amores; su esposa y sus hijos. Salieron el 14 de febrero, el mismo día que la OMS comunicó que el coronavirus, eso que les sucedía a otros lejos de Tucumán, se llamaría técnicamente Covid-19. Todo cambió rápido, a la velocidad de los tiempos que corren. Y para cuando la fiesta de Laudani y su familia terminó, el 8 de marzo, Europa ya estaba tomada por el virus. Ellos lo percibieron. Justo cuando retornaban al refugio del hogar.

“El avión en el que volvimos de Europa era un concierto de toses y estornudos”, contó Carolina Lezón Gottiling, atravesada por la premonición de aquella escena. Tres semanas después de regresar a su casa en la ciudad de Yerba Buena, Ricardo Laudani se murió: tenía Covid-19 y cuando se lo llevó la ambulancia nadie imaginó que no volvería. Unos días antes le habían dicho que no tenía coronavirus.

“Ricardo, ¿si nos pillamos el coronavirus?”, le preguntó Carolina a su esposo durante el vuelo de regreso. “No, somos jóvenes y estamos sanos”, le respondió él. Después la pareja supo que en ese avión había muchos infectados. Quizá buscó tranquilizar a su esposa, pero Ricardo no mentía. Cumplió los 50 durante el viaje, el 21 de febrero. Era joven. Y estaba efectivamente sano. O al menos nunca le habían diagnosticado un problema de salud que lo pusiera en la carpeta de los pacientes de riesgo. “No tomaba alcohol, le gustaba hacer deportes, era un tipo tranquilo, buenazo», comentó a Infobae uno de sus muchos amigos.

Era un empresario conocido y respetado en Tucumán. Directivo de una de las citrícolas más grandes de la región, el Grupo Lucci, vivía con Carolina y sus cuatro hijos, de entre 18 y 12 años, en el barrio cerrado Las Yungas, un lugar privilegiado al pie de los primeros cerros de la precordillera, una pared de montañas selváticas que, justamente, le da nombre al country donde Laudani vivió hasta que lo internaron por neumonía y fiebre muy alta.

Mientras Laudani padecía el virus sin saberlo, Mariano Campero, el intendente de Yerba Buena, municipio de clase media alta ubicado en las afueras de San Miguel de Tucumán, advirtió que en su ciudad vivía el 80% de los tucumanos aislados por sospecha de infección con Covid-19.

Los primeros días a su vuelta Laudani hizo teleconferencias laborales –era CEO de la empresa Trapani, dentro del Grupo Lucci– mientras, según contó su esposa, respetaba el aislamiento voluntario que el Gobierno nacional había sugerido esa misma semana. No tenía síntomas. Comenzaron el miércoles, cuando perdió la energía y suspendió las reuniones virtuales. El jueves 12 levantó fiebre y bajó la guardia. A partir de ahí empezó una aventura homérica que incluyó el diagnóstico positivo para gripe A y el negativo para Covid-19.

Carolina recuerda a Ricardo como un “papá compinche, un niño más». Les enseñaba a sus hijos “a divertirse como locos”. Laudani integraba lo que se conoce como una familia clásica de la clase media acomodada de Tucumán: creyentes católicos, con educación religiosa para sus hijos en el Colegio Fasta Angel María Boisdron y deporte en Tucumán Rugby.

“Querido papá: te amamos con todo nuestro corazón. Ni el tiempo ni el espacio nos separarán. Estarás siempre presente en nuestros corazones. Por siempre y para siempre. Gracias por tu amor y generosidad. Gracias por la hermosa familia que nos diste. Te amamos y sabemos que la muerte es parte de la vida. Sabemos también que nos vas a acompañar siempre, cada día de nuestras vidas. Te amamos”, publicó Carolina en su cuenta de Instagram, con un retrato familiar en el que Ricardo está en el centro de la imagen, de camisa a cuadros, amarrado a los brazos de su hijo menor, rodeado de los demás, todos sonrientes.

Además, Laudani era integrante de la Fundación Federalismo y Libertad, una organización liberal vinculada a Cambiemos, que comunicó el fallecimiento del empresario en sus redes: “Ricardo era una bellísima persona, gran padre de familia y excelente profesional con firmes convicciones y valores. Siempre se destacó por su enorme compromiso con su provincia y país”.

“Llamé al 0800 muchas veces. No me atendía nadie. Llamé a todo el mundo hasta que conseguí una ambulancia”, contó Carolina al diario local La Gaceta. Los atendieron. A Laudani le recetaron paracetamol.

Mientras enviaban sus muestras al Malbrán, en los laboratorios locales hicieron estudios de genomas virales de influenzas A y B. El testeo de Ricardo fue positivo para la gripe A. Y le indicaron Tamiflú. A Carolina, de 46 años, los dos tipos de influenza le dieron negativo. Pero luego sería ella el primer caso confirmado comunicado en Tucumán. “Transité la enfermedad sin saberlo. Los resultados llegaron cuando los síntomas estaban desapareciendo”, le dijo a La Gaceta.

Hace un mes no se sabía nada. Madrid explotaba de gente. París explotaba de gente. Florencia explotaba de gente. Todo era un infierno de turistas. Y todo estaba perfectamente normal. No teníamos cómo saberlo”, reflexiona ahora, apuñalada por el duelo, Lezón Gottling.

El viernes 13 las muestras de laboratorio de la pareja ingresaron al Malbrán. En Tucumán, Ricardo rechazaba el Tamiflú. “Vomitaba la pastilla. No la toleraba. Vomitaba. Vomitaba. Y vomitaba. Entonces volví a pedir una ambulancia”, contó Carolina.

Una ambulancia surcó el silencio de la madrugada tucumana. Los atendieron en una sala de guardia. Le hicieron placas radiográficas. «Me dijeron que estaba todo bien. Y nos mandaron a casa”, agregó la esposa de Laudani. Volvieron a las 6 de la mañana y durmieron muchas horas. Ella también tenía fiebre.

Fue la última “noche” que durmieron juntos. Al otro día, desde el piso de arriba Ricardo llamó a su esposa al teléfono celular. “¿Qué pasa gordo?”, le preguntó ella. Del otro lado respondió el silencio. Un hueco. Otra premonición.

Carolina subió corriendo. Ricardo estaba desvanecido. Lo internaron en la clínica privada Mayo. Le diagnosticaron neumonía y lo conectaron a un respirador artificial. Ya no hubo recuperación. El domingo 29, tres semanas después de volver de Europa, 15 días después de ser internado, con los 50 recién cumplidos, Laudani murió.

Lejos de sus hijos y de su esposa. Aislado para siempre. “Ayer, en un sitio de noticias publicaron que Ricardo había muerto”, contó Carolina, sobre el peor momento de su vida: “Los chicos entraron llorando a mi cuarto: ‘¿Dicen que papi murió?’, me preguntaron”.

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