Daniela López. «Sabe que perdió la batalla, lo sabe! Pero se ríe y a veces disfruta. Contagia la idea de que se puede, que aún rota, se puede si se quiere».

Daniela López, inspira, mucho más de lo que ella cree. La vida, le jugó una mala pasada y cambió todo.

A Daniela la conocimos en La Gaceta del Oeste, a través de un mensaje que ella envió, porque en medio de la situación compleja de salud que atravesaba, debía aclarar o responder mensajes de gente que se enteraba que había protagonizado un siniestro vial y que era ella, una de las víctimas graves.

A partir de ahí y de haber hablado por mensajes, Daniela, sin darse cuenta, se adueñaba de nuestra atención. Seguíamos los pasos de su evolución, de sus cirugías, de su estado de ánimo.

Daniela se colaba en nuestros pensamientos, porque ella inspira y a pesar de que cuenta que tuvo sus buenos y malos momentos, su esperanza, su enojo, sus ganas de vivir, ella es fuerza y no podíamos sentir otra cosa que lo que ella dejaba a la vista.

Nunca la iban a vencer.

Daniela abre su corazón, como puede. Es un ser transparente, donde podés ver claramente todo lo que siente, incluso lo que no quiere mostrar.

Ella salió una noche a encontrarse con su ídolo musical. Una mala pasada y un descuido le puso enfrente la batalla más grande que debía pelear. Pero ella hizo otra lectura de lo que debía atravesar, bajó las armas, y la peleó con las mejores armas, sus ganas y su fuerza de voluntad. Y sin dudas, su forma de amigarse con la nueva vida, le dio las herramientas para dejar de lado el enojo y reconciliarse con la nueva realidad.

Es la historia de Daniela, contada por ella misma. Reconstruirse físicamente y mentalmente. Es ella simple, sin vueltas, con la generosidad de regalar su historia y de ponerse a disposición de quien pueda necesitarla.

Son esas historias, que uno, sin duda, siempre guarda en su corazón.

Esto es ella. Dani

«Me gusta porque no se le nota que está rota. Me contagia esa idea de que se puede ser feliz a pesar de tener un corazón despedazado. Yo sé que así lo tiene. Le falta una pieza de ésas que nunca más va a encontrar. Ella va a vivir sin una parte para siempre. Con un corazón desarmado que nunca va a armarse de nuevo. Pero la piba se para igual. Se para y no se le nota que renguea. Sigue. Sigue jugando con esas piezas que le quedan, sabiendo que nunca más va a volver a tener el rompecabezas armado arriba de la mesa. Ella sigue caminando con ese vacío incrustado en el pecho. Sigue jugando con lo que le queda. Guarda el dolor de la pieza que le falta para otro momento. Ella se sigue parando. No está sanada. No va a sanar. Lo sabe. Pero se para con esa fortaleza del que sabe que así es la vida. Ella ya entendió todo. Sabe que perdió la batalla.Lo sabe. Pero se ríe. Y a veces disfruta. Contagia la idea de que se puede. Que, aún rota, se puede si se quiere. Ella perdió justo lo que no tenía que perder. De todas las cosas posibles justo ésa no tenía que perder. Y la perdió. Y le duele en el pecho y en la garganta. Extraña. No se agarra de nada que la distraiga de la verdad de saber que no está y que no va a volver. Pero ella sigue. A veces tropieza, pero ella cree que tropezar mirando al cielo siempre compensa.Y sigue. No tiembla. Y entonces a mí, me gusta esa sonrisa en su cara. Me hace pensar que se puede. Me gusta ver que sigue con lo que tiene. Que no busca reemplazos. Me gusta verla porque me planta una evidencia que me cuesta asumir. Sí. La gente rota puede seguir su curso. Pueden ser felices. Ella es feliz. Las sonrisas no mienten. La mirada tampoco. Ella es feliz. Y está hecha pelota. No es careta. No es valiente.
Es simplemente una piba que, rota, camina igual.»

Texto: Lorena Pronsky